El largo camino de China hacia el rejuvenecimiento nacional
Mientras el presidente Xi Jinping parece apostar por políticas más duras, en Financial Times consideran que hacer concesiones ahora para ganar crecimiento y aceptación en el futuro no es un signo de debilidad.
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Mientras la República Popular de China celebra su septuagésimo aniversario hoy, el contraste entre sus logros pasados y los desafíos actuales no podría ser más marcado.
Su economía se está desacelerando cada vez más debido a razones estructurales profundamente arraigadas. Sus relaciones con Estados Unidos, en parte debido a la guerra comercial, son inequívocamente adversarias. Hong Kong está sumido en protestas a favor de la democracia que desafían la doctrina del control autoritario de Beijing y parece probable que Taiwán elija un candidato a favor de la independencia en las elecciones presidenciales del año próximo.
No es de extrañar entonces que el presidente, Xi Jinping, haya usado la palabra "lucha" casi 60 veces en la versión publicada de un discurso que pronunció hace un mes. Sin embargo, Beijing no profesa sentirse intimidado por los desafíos que enfrenta, pero está decidido a desafiarlos. "Debemos ganar la lucha", dijo Xi.
China desarrollada
Su objetivo es a largo plazo. Prometió que para 2049, China habrá logrado el "gran rejuvenecimiento de la nación china", un término que abarca tanto el tema económico como el territorial. Económicamente, significa que China será un país "completamente desarrollado", superando a EEUU para convertirse en la economía líder mundial. Territorialmente, significa reunificarse con Taiwán, que se separó del continente después de la revolución de 1949.
Tales objetivos son cruciales para la identidad del partido comunista chino. Pero la forma en que el gobierno de Xi va a lograrlos plantea profundas preguntas sobre la administración de Beijing en casa y sus futuras relaciones con las potencias occidentales.
Esencialmente, la respuesta de China a su panoplia de "luchas" es intensificar los viejos reflejos autoritarios. Un documento de política gubernamental publicado la semana pasada lo expresó de manera simple. "Debido al vasto territorio de China y las complicadas condiciones nacionales, la gobernanza de China es excepcionalmente difícil", dice. "Sin un liderazgo centralizado, unificado y firme, China habría tendido a la división y la desintegración".
País de contrastes
De hecho, crecientemente se están adoptando políticas duras e inflexibles cuando una mayor flexibilidad podría servir mejor al interés nacional. Esto está sucediendo a pesar del hecho de que el brillante éxito económico de China en las últimas cuatro décadas surgió en gran medida de las reformas económicas, la apertura a la inversión extranjera y una política exterior flexible y pragmática.
Los resultados hablan por sí mismos. La tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto de China promedió 8,1% entre 1952 y 2018, según cifras oficiales. Unas 770 millones de personas que viven en zonas rurales de China han salido de la pobreza desde 1978 y la esperanza de vida ha aumentado de 35 años en 1949 a 77 en la actualidad. Más de US$ 2 billones (millones de millones) en inversión extranjera directa ingresaron al país en los últimos 40 años.
Estos y otros logros brindan muchos motivos para celebrar hoy, pero también plantean una serie de preguntas insistentes. La primera es: si el éxito de China se ha derivado de la flexibilidad, ¿por qué está acogiendo la rigidez?
Y hay otras: ¿Es prudente alienar a las empresas extranjeras -que alguna vez fueron los lobbistas más fuertes de Beijing en las capitales extranjeras- con un plan oficial llamado "Hecho en China 2025" que busca reducir su participación en el mercado? Si la influencia autoritaria de Beijing en Hong Kong es tan impopular con su gente, ¿por qué no retroceder? Si las empresas privadas han sido los contribuyentes más dinámicos al crecimiento chino, ¿por qué volver a enfatizar la primacía de las empresas estatales? ¿Por qué sorprender al mundo con una brutal represión contra los musulmanes uigures en Xinjiang?
Éstas y otras preguntas socavan el liderazgo de China mientras lucha por lograr su "gran rejuvenecimiento". Beijing debería darse cuenta de que hacer concesiones ahora para ganar crecimiento y aceptación en el futuro no es un signo de debilidad.